23/04/2024 - Edición Nº1966

Interés General | 27 ene 2020

FERIA AMERICANA

El libro de historias que colabora con la obra del Padre Ale

Los ejemplares se encuentran a la venta. La tapa lleva el arte de Ana Lía Juarez y adentro tenés una gran cantidad de historias imperdibles.


TAGS: SOLIDARIDAD
Por:
CAÑUELAS AL DÍA

El recordado sacerdote Alejandro Delorenzi, dejó huellas en varios cañuelenses. Entre ellos está José Luis Veiga.

El autor de Feria Americana nos comentó cómo surgió la idea de plasmar en un libro las historias con la que se cruzaba a diario en la feria. Algunas eran ficciones  y  otras son  tan personales que te transportan en el tiempo y llegan a emocionarte.

Lo que en algún momento comenzó con siendo una gran ayuda para el tratamiento y los gastos del sacerdote, se convirtió en una obra que cada día ayuda a más personas.

 

Cada peso que actualmente entra a la Feria se destina a la compra de alimentos para dos merenderos, útiles escolares u otras cuestiones.

José Luis es el encargado de abrir y cerrar cada día la Feria Americana ubicada en Libertad al 200, casi pegada al Club Juventud. Los precios tienen  un valor casi simbólico. En días en los que el dinero cada vez tiene menos valor, con solo unos pocos pesos, podes llevarte de todo de la Feria.

Hace unos días se puso a la venta el libro Feria Americana. “Salió medio de casualidad”, reconoce José. En comunicación con Cañuelas al día comentó que habitualmente le escribe a sus hijos para hablarles de su orgullo y el mismo camino tomó para escribirle a su mujer probablemente en modo de agradecimiento por su compañerismo a lo largo de estos años juntos.

“Un día empecé a escribir en la Feria”, explicó José y recordó uno de los cuentos. Uno de sus preferidos es el cuento que le hizo a su madre.

“Cuando tenía siete años, le escribí una poesía a mi mama en la que solo me acuerdo una estrofa – Madre tu ere amor, pureza y roció. Tú habitas el corazón mío. – 
Siete años tenía, estaba orgulloso de las lágrimas de emoción de Celia, mi mamá. La incondicional, la mejor.
La que a mis 17 años me ponía la camisa, la corbata, la media y el sueter para que el tremendo boludo durmiera quince minutos más antes de ir al colegio.
La del bife fácil. Tampoco lo era educar a tres varones… y a mí, que fui un poco un hijo-nieto. La última esperanza de tener una nena, dado que tengo dos hermanos mayores varones.
Nunca sabré si fui buscado o salí de carambola de alguna siesta de agosto, cosa que cuando la cargaba me respondía con terrible bronca: “Vos fuiste un hijo deseado”, me decía la vieja con esa solemnidad que le ponían a las cosas nuestros viejos.
Buscado no sé, pero deseado me lo hizo sentir cada segundo que la tuve conmigo.
Muchos tienen recuerdos disimiles de su mamá, algo que lo llama a nuestro lado como un relámpago de amor. Un olor, una comida… yo tengo dos cosas que me conectan con ella. Todavía siento en la cara su caricia. La mano dura, pesada, tal vez de tanto lavar, planchar y cocinar. Atender a sus cuatro hombres no era una cosa suave, pero tenía un calor y un tacto que en mi mejilla que me pasaba una corriente sanadora y amorosa que nunca más volvía a sentir en otra caricia.
La otra es la de vestir al boludo hasta quinto año de la secundaria. Ese recuerdo me siguió siempre y solo lo pude entender cuando tuve a mis hijos. Ella vestía al más chiquito.
Hoy a los 66 años, con la bendición de tener a mis hermanos conmigo, sigo siendo el más chiquito. Ahora entiendo y le doy gracias porque en ese acto estaba resumido todo lo que hacía por mí. Ese hecho era la amalgama de la ternura, la entrega y el atemporal amor que me siguió dando mi mamá (…)

Historias como estas están en el libro Feria Americana. Si lo queres encontrar acércate a la Feria de calle Libertad. No te lo podes perder y además con la compra estas colaborando. 

“Ayudar te gratifica de una forma impensada”, dijo José para terminar.

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